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“Como los terroristas, los que combaten el terrorismo deberían pensar más como productores teatrales y menos como generales de un ejército (…). Somos los únicos que podemos derrotarnos a nosotros mismos, si reaccionamos de modo excesivo y erróneo a las provocaciones terroristas”.
Yuval Noah Harari
Desde hace cinco años (2018), el 21 de agosto fue elegido por la Asamblea General de las Naciones Unidas como “El Día Internacional de Conmemoración y Homenaje a las Víctimas del Terrorismo”; en ese sentido, este escrito tiene como objetivo repensar al terrorismo como una acción patentada por el Homo Sapiens que, proveniente de diversas fuentes, rompe, desestabiliza y fragmenta; por ende, e independientemente que su uso sea justificado para la obtención de “mayor justicia” o de “mayor igualdad”, se requiere enfatizar que ningún acto con la agencia para combatir el derecho humano a la vida y a vivirla con libertad, puede ser un medio legítimo y legitimado, ya sea por gobiernos o por minorías extremistas.[1] Por ello, luchar contra todo acto de terrorismo significa defender la dignidad y la humanidad en nosotros.
Partamos por construir una definición de terrorismo. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (RAE, 2023), el terrorismo es la “dominación por el terror (…). Sucesión de actos de violencia ejecutados para infundir terror”. Asimismo, este diccionario define al terror como un: “Miedo muy intenso” y al miedo como: “Recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. Por ende, el terrorismo obliga a dejar de ser, a vivir en un perpetuo estado de desconsuelo y recelo frente a otros. El terrorismo “produce efectos psicológicos y sociales desproporcionados en relación con sus efectos físicos, en el cual las víctimas, son ajenas al conflicto central” (Murguía, 2003).
Es necesario decir que, el terrorismo es una práctica que existió desde tiempos remotos, pero fue en el siglo XXI, con el ataque a las torres gemelas el 11 de septiembre de 2001, cuando el terrorismo se posiciona como un “fenómeno capaz de reducir a escombros, a los más grandes temas de la agenda internacional” (Duarte, 2003). Es a partir de este momento, cuando se hace mucho más evidente que las amenazas en el mundo ya no sólo provienen de Estados provistos de ejércitos, sino de redes organizadas por sujetos sociales difíciles de identificar. En ese sentido, la mejor receta para perseguir “terroristas” fue homologar a las personas por su pertenencia religiosa, su nacionalidad y su color de piel. Lo anterior, permitió el ahondamiento de los miedos humanos al diferente, a la otredad y con ello se potencializó el instinto de supervivencia y de defensa que proviene del miedo.
La película “En el nombre del padre” de 1993, nos muestra un ejemplo de las diversas maneras en las que el terrorismo ha cobrado vida en el mundo, tanto el que se da por parte de organizaciones compuestas por sociedades civiles[2], como el terrorismo ejercido por entes estatales. En este filme, basado en una historia real, se visibiliza, por una parte, el terrorismo ejercido desde el Ejército Republicano Irlandés (IRA, por sus siglas en inglés)[3] y el terrorismo de Estado ejercido por las autoridades judiciales de Reino Unido en el caso de “los Cuatro de Guildford”, donde cuatro jóvenes irlandeses, cuyo único crimen era su juventud desenfrenada y libertina, los conduce a ser torturados, acusados y condenados por los atentados con bombas en el pub de Guildford de 1974. Destaca la carencia de presunción de inocencia de estas personas que, sin una sola prueba, son condenados por 11 cargos que incluyen el asesinato de 5 personas.[4]
“En el nombre del padre” evidencia un caso donde se utilizó el terrorismo de Estado para encontrar culpables de un acto de terrorismo. Con base en ello, surge la pregunta ¿cómo sanar una herida con un golpe? Las lecciones, me parecen están vinculadas con nuestros “lugares comunes” como sociedad que nos han llevado a decir: si me pegan, debo responder con un golpe. Lo anterior, debe movernos a reconstruirnos y mover esos espacios de “negociación” para recrear situaciones de diálogo a través de la resiliencia. Un diálogo resiliente, entendido como la capacidad para centrarse en soluciones y no en los problemas y a estos tomarlos como posibles oportunidades, puede detonar el diseño de mejores presentes y, como consecuencia, futuros menos violentos.
En ese sentido, la película dirigida por Jim Sheridan es relevante en 2023, no sólo porque IRA sigue siendo una organización vigente y porque la tortura y el terror ejercido por el Estado también existe, sino porque es un relato fundamental sobre las diversas reacciones que un humano puede ejercer frente a la injusticia, especialmente cómo se construye la resiliencia. El título de la película, nos permite descubrir que, Giuseppe Conlon (encarnado por Pete Postlethwaite), el padre de Gerard «Gerry» Conlon (interpretado por Daniel Day-Lewis), es en realidad el personaje que nos invita a la reflexión, es a través de él y sus acciones que podemos entender cómo a pesar de la injusticia es posible disputarla mediante acciones pacíficas y de diálogo. Así lo hace notar cuando dice a su hijo: “Bloquearon la luz, pero no la luz interior” (Sheridan, 1993). Con ello, conmueve al espectador y nos invita a explorar vías no violentas para resolver conflictos.
Sin dudarlo, la resiliencia se convierte en una herramienta de negociación primordial, pero ¿cómo generarla? En primera instancia, parte de cambiar nuestras formas de pensar y actuar, no se trata de cómo odiar menos, sino cómo amar mejor. Es decir, si tomamos la definición de la RAE (2023) de amor: “Sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”, encontraremos que la clave está en el reconocimiento de nuestra vulnerabilidad; para ser resiliente, es necesario ser vulnerable.
Un análisis importante y necesario sobre este tema se encuentra en la investigación de la estadounidense Brené Brown, académica, investigadora y contadora de historias, quien ha realizado un estudio exhaustivo sobre la vulnerabilidad. Para la autora amar conlleva ser vulnerable, porque para amar es necesario dejarse ver y no tener miedo de ver a otros. Esa incapacidad nos ha conducido a lo que nombra como una “pesadilla cultural” (Netflix, 2019), donde el pertenecer (instinto humano), se reemplaza con encajar, y para encajar el sujeto social se disfraza para actuar como los demás, rechaza la valentía y elige la comodidad. Y ser valiente, significa exponerse, esforzarse y arriesgarse; es decir atreverse a ser vulnerables. “Si no estás dispuesto a construir una cultura vulnerable, no puedes crear” (ibid.).
Esta frase deconstruye el mito sobre el cual se edifica la violencia: fortaleza conlleva derrota, yo soy más fuerte cuando otros pierden, yo gano si llego primero que todos. En contraste, deconstruir la vulnerabilidad debe ser la oportunidad para entenderla como una hermosa fortaleza humana que tiene como efecto instantáneo el no quedarse callados, el no paralizarse frente al miedo (recordemos que el terrorismo usa como arma infundir y propagar el miedo para generar inmovilidad). Por ello, la vulnerabilidad es un acto de liderazgo porque” los líderes valientes nunca se quedan callados ante las cosas difíciles (…), su papel es desenterrar lo que no se dice” (Netflix, 2019).
Si tomamos este nuevo camino podremos entender que la inversión desmedida de tiempo (el recurso no renovable más valioso que tenemos), y esfuerzo para acabar con el terrorismo, no es la vía armada, sino que es en el diálogo y en el encuentro con otros vulnerables que se pueden construir espacios de prevención del terrorismo. Se debe trabajar en crear políticas sociales públicas que inicien con un acto humano: decir no a las reacciones desde la violencia y construir mejores dinámicas de entendimiento emocional que partan de la compasión; de compartir con otros desde una pasión conjunta: poder vivir en paz y libres de terror y miedos. En resumen, conectar con el terror y el miedo, sólo significa desconectarnos del encuentro y el diálogo.
¡Llegó la hora! Menos víctimas y más vulnerabilidad; porque lo único inevitable es el cambio y lo único perpetuo es el movimiento. Así que, amante del cine, ¡hagamos del cine un arma de recuerdo y de resiliencia! corre a ver “En el nombre del padre” y sigamos reflexionando y repensando cómo hacer frente al incierto futuro. ¡Empecemos a crearlo!
[1] Es importante señalar que los Estados, a lo largo de siglos han realizado prácticas terroristas. El inicio de esta terminología puede ubicarse en la Francia de Robespierre, el denominado “régimen de terror” que tenía como objetivo acallar los levantamientos de 1789. La historia ha demostrado que, en el corto, mediano o largo plazo, la desmesurada represión estatal “deslegitima a las autoridades” (Murguía, 2003).
[2] Entre las organizaciones, consideradas terroristas, más relevantes de la actualidad (existen muchas más que no se nombrarán) se destacan: El grupo yihadista Estado Islámico de Irak y el Levante; Boko Haram; Al Qaeda; Hezbollah; Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia; Abu Sayyaf; Lashkar-e-Tayyiba y; Al Shabaab. A estos podemos sumar los diferentes grupos de crimen organizado donde destacan los cárteles de drogas.
[3] El IRA es una organización paramilitar que tiene por objeto lograr una Irlanda unificada y que lucha contra la influencia británica, tratando de lograr la separación completa de Irlanda del Reino Unido. IRA es una de las mayores organizaciones de Europa en lavado de dinero, con un gran número de empresas en todo el Reino Unido que se utilizan para financiar sus actividades (Ecuavisa, 2014).
[4] En el nombre del padre fue una película muy aclamada en espacios de crítica cinematográfica, fue nominada a los Oscares como mejor película; sin embargo, la estatuilla la ganaría La Lista de Schindler, dirigida por Steven Spielberg. A pesar de ello, ganó el Oso de Oro del Festival Internacional de Cine de Berlín; el Premio David di Donatello a mejor película extranjera y; el Premio Evening Standard de Cine Británico como mejor película.
Fuentes de consulta:
Brown, Brené. (2011). Brené Brown: El poder de la vulnerabilidad. Youtube. https://goo.su/03WBP
Duarte, Mario. (2003). Cuando el destino nos alcance… Terrorismo, democracia y seguridad, de Ma. Cristina Rosas (coord.). Revista De Relaciones Internacionales De La UNAM, (92). Recuperado a partir de https://goo.su/ayl1zVG
Murguía, José Antonio. (2003). El terrorismo, delito político y terrorismo de Estado. Revista De Relaciones Internacionales De La UNAM, (92). Recuperado a partir de https://goo.su/x9RUDe
Netflix. (productor). (2019). Brené Brown: La llamada de la valentía. [documental]. Estados Unidos: Netflix.
Sheridan, Jim. Et al. (productores) y Sheridan, Jim. (director). (1993). En el nombre del padre [cinta cinematográfica]. Irlanda: Universal Pictures, Hell’s Kitchen Films
Ecuavisa. (2014). Los 10 grupos terroristas más temidos del mundo. Recuperado de https://goo.su/zpXk



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