Dejar de ser lo que no somos, nuestra América Latina y el descubrimiento de Europa

Columna escrita por Néstor Araujo González.

El 12 de octubre se conmemora el día de la resistencia indígena en los territorios de Nuestra América Latina. En este contexto es necesaria una reflexión en torno a cómo la colonización construyó las bases del actual sistema-mundo moderno-colonial y su impacto en los abordajes de las problemáticas sociales en el estudio de Relaciones Internacionales. 

Néstor Araujo Gónzalez

nestoraraujo.regap@gmail.com

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El 12 de octubre de 1492 los habitantes de los territorios que actualmente nombran América descubrieron Europa. Antes de la llegada de Cristóbal Colón, los pueblos de Abya Yala coexistían en relaciones de cooperación y conflicto. Desafortunadamente, el genocidio impulsado por Europa y la Colonialidad como patrón de dominación nos arrebataron la historia de las relaciones sociales entre los pueblos de nuestros territorios anterior a la figura del Estado-nación impuesta siglos después. Por lo anterior, hoy las, les y los estudiantes de Relaciones Internacionales (RR. II.) en América Latina y el mundo tienen como primer referente histórico para su disciplina a las ciudades-estado helénicas en el Mediterráneo.

Con este ejemplo, en apariencia meramente simbólico, inicia una serie de observaciones en torno a la manera en la que la disciplina que analiza a la realidad internacional es un instrumento más del entramado sistema de relaciones sociales que sostiene el proyecto colonial/moderno europeo. Lejos de ser un análisis exhaustivo, esta columna de opinión busca generar más cuestionamientos y retomar el debate necesario sobre la cuestión colonial y el análisis histórico-estructural en la disciplina para que, inspirados por la propuesta crítica-decolonial, podamos entender de mejor forma nuestra existencia en el actual sistema-mundo moderno-colonial. Asimismo, como una invitación abierta, las personas lectoras pueden consultar la lista de referencias para profundizar en los temas aquí vertidos. 

 Europa fue descubierta y América Latina, saqueada. La idea de Europa como espacio geocultural y como proyecto “civilizatorio” surge sí y sólo sí después de la idea de América. En Americanity as a concept, Immanuel Wallerstein y Aníbal Quijano (1992) destacan algunos de los puntos cruciales de sus planteamientos teóricos: el origen de la posición periférica de América Latina en el sistema-mundo moderno es la colonización. Asimismo, fueron los europeos quienes necesitaron de América para construirse y no alrevés; “la identidad europea” sólo puede entenderse a partir del proceso de diferenciación entre los “salvajes/no humanos/paganos/negros”  y “los humanos/civilizados/católicos/blancos”. Europa se impuso como fin último en el curso lineal de la historia, esto es, el eurocentrismo como forma de control del conocimiento.   

Los términos anteriores hoy suenan en absoluto peyorativos para el liberalismo europeo que, sin duda alguna, ha evolucionado mucho (después de varios siglos en los que el saqueo les permitió acumular capital, producir conocimiento y hasta darse el lujo de financiar guerras durante siglos). En otras palabras, la dicotomía salvaje/civilizado pasó a nombrarse subdesarrollado/desarrollado y ser legitimada por toda la organización internacional con la ayuda de otra ficción eurocéntrica: el Estado-nación. Nos han impuesto las realidades europeas como verdades universalmente válidas.  

Europa es la gloriosa Europa desarrollada y blanca debido al saqueo y al genocidio. Europa sigue siendo Europa porque se encargaron de construir un patrón de dominación global basado en el racismo (la idea de la raza como forma de ordenamiento social) y el eurocentrismo (control del conocimiento). Estas afirmaciones sólo cobran sentido cuando se hace un análisis histórico-estructural: la acumulación excesiva de capital que permitió a las potencias imperialistas europeas consolidarse como lo que son hoy fue a causa del saqueo de lo que anteriormente eran sus colonias. La esclavitud y los recursos de Nuestra América Latina pagaron las guerras europeas, incluídas aquellas que darían origen a la Paz de Westfalia. 

En este punto, sin profundizar en lo amplio del debate, se destaca que estas observaciones críticas y decoloniales parten de disciplinas como la sociología y la historia o de núcleos de producción de conocimiento históricamente marginalizados. Lo que se señala es que en las Relaciones Internacionales poco se habla de análisis históricos que incluyan los procesos de colonialismo, parece que la historia en RR. II es esa historia universal narrada desde la visión Europea. Por tanto, no es extraño notar que “la comunidad internacional” (aquella dónde las muertes sí duelen y las vidas sí importan) se reduzca a un puñado de países del Atlántico Norte.

La ausencia de una revisión del pasado en el análisis de las situaciones, o análisis de coyuntura, sólo es conveniente para quienes se han beneficiado de la narrativa hegemónica del curso de la historia. Para los territorios (y personas) en las periferias, atravesados por procesos de racialización y precarización, la narrativa universalista europea es una burla, un atentado contra la dignidad humana y, sin embargo, aquellos que han realizado los peores genocidios conocidos se siguen creyendo los paladines de los “derechos humanos” y la “democracia”.

Las Relaciones Internacionales, a diferencia de otras ciencias sociales, son relativamente jóvenes y, al parecer, sufren de lo mismo que la mayor parte de la producción de conocimiento: una falta de perspectiva crítica. Con tal afirmación no se busca demeritar los posicionamientos de este tipo que en efecto existen, sino, discutir alrededor de lo que Celestino del Arenal (2014) llama el mainstream de la disciplina, las teorías “de solución de problemas” en palabras de Robert Cox (1981). Los estudios de RR. II son etnocéntricos, parten de una perspectiva única de la realidad internacional, a saber, la europea. 

En el bagaje teórico con el que hoy cuentan las, los y les internacionalistas en el mundo están ausentes las perspectivas de latitudes diferentes al Norte global. De esta forma, si se piensa en algunas de las categorías y problemáticas de disciplina, inmediatamente se piensa en clave europea o estadounidense. Las teorías dominantes o mainstream lejos de ser neutrales están ahí para mantener la hegemonía del eje Washington-Bruselas. Cabe recordar que la génesis de las RR. II. se da a la par del ascenso de Estados Unidos como hegemonía en el sistema-mundo, las RR. II. surgieron como una herramienta para la política exterior estadounidense.  

Lo problemático está en que en Nuestra América Latina continúan formándose generaciones de internacionalistas con una percepción bien alterada de la realidad, se continúa legitimando viejas estructuras  ajenas a nuestros contextos históricos y geoculturales. Ejemplo de ello es que se sigue pensando la Unión Europea como fin último de los esquemas de integración, o peor aún, el desarrollo entendido en términos europeos.  Incluso se tiene toda una “agenda de desarrollo” condenada al fracaso desde su inicio; está condenada por que las periferias nos hemos construido e insertado en el mercado mundial en momentos y condiciones diferentes, nosotros no hemos saqueado otros territorios para poder ser “desarrollados”.

Las personas que producen conocimiento deben de preguntarse qué es lo que producen, para qué y, sobre todo, para quién. El debate epistemológico no es la intención principal de este texto, sin embargo, sí se resalta que el conocimiento siempre tiene un objetivo y es localizado. Los entornos académicos están atravesados por dinámicas políticas, el científico o el intelectual no son personas aisladas de la realidad social y las subjetividades que le atraviesan.  

 En el estudio de RR. II en Nuestra América Latina es necesario retomar los conocimientos localizados, aquellos que fueron marginalizados y eliminados por la academía blanca, eurocéntrica y colonial. Nuevas realidades son posibles y la construcción de otras opciones teóricas y prácticas siempre ha estado: los Buenos Víveres como alternativa a la visión hegemónica de desarrollo, proyectos de integración regional contrahegemónicos, formas de cooperación fuera del Estado-nación como actor protagónico de la política internacional. 

Finalmente, esto es una protesta para dejar de ser lo que no somos; no somos la “herencia” de una potencia colonial, no somos mestizos, no somos subdesarrollados; no somos una jungla que aspira a ser jardín como los europeos aún piensan; no somos nada de lo que la modernidad/colonialidad nos ha impuesto. La resistencia a una visión única de la historia comenzó desde 1492 solo que el eurocentrismo nos ha hecho creer lo contrario.

Fuentes de consulta

Araujo, N. & Maldonado, I. (2023) “América Latina y el Caribe frente al neocolonialismo europeo. Reflexiones en torno a la III cumbre CELAC-UE”¿Qué pasa en el mundo?, núm. 22. Red de Estudios Globales Atlas-Polaris. 

Cardoso, F. H., & Faletto, E. (1977). Dependencia y desarrollo en América Latina. Buenos Aires: Siglo XXI.

Cox, R. (Junio de 1981). Social Forces, States and World Orders: Beyond International Relations Theory. Millennium – Journal of International Studies (10), 126-155.

Del Arenal, C. (2014). Etnocentrismo y teoría de las Relaciones Internacionales: una visión crítica. Madrid: Tecnos.

Fonseca, M., & Jerrems, A. (2012). Pensamiento decolonial: ¿una “nueva” apuesta en las Relaciones Internacionales? Relaciones Internacionales (19), 103-122.

Lander, E. (2000). Ciencias sociales: saberes coloniales y eurocéntricos. En E. Lander (Ed.), La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas latinoamericanas. Buenos Aires: CLACSO.

Mignolo, W. (2007). La idea de América Latina. (S. Jawerbaun, & J. Barba, Trads.) Barcelona: Gedisa.

Quijano, A. (2020). Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad/descolonialidad del poder (Primera ed.). Buenos Aires: CLACSO.

Quijano, A., & Wallerstein, I. (1992). Americanity as a Concept, or the Americas in the modern world-system. International Social Science Journal, XLIV(4), 549-557

Wallerstein, I. (2006). Análisis de sistemas-mundo: una introducción (Segunda ed.). (C. Schroeder, Trad.) México: Siglo XXI.

Velázquez Flores, R., Schiavon, J. A., & Morales Ramírez, D. (2020). Los clásicos de las Relaciones Internacionales. Ideas y conceptos para la construcción teórica de la disciplina. México: AMEI, CIDE, UABC.

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