Las religiones afrodescendientes en México: en la búsqueda por conformar una cultura

Artículo de opinión escrito por Rubi Saavedra Lagunas

El derecho humano de poder crear cultura a través de la religión es algo que debemos defender. Con ello, visibilizar creencias y costumbres de ascendencia afro en México debe ser prioridad para poder acercarse a un proceso identitario que involucre a todos.

El derecho humano de poder crear cultura a través de la religión es algo que debemos defender. Con ello, visibilizar creencias y costumbres de ascendencia afro en México debe ser prioridad para poder acercarse a un proceso identitario que involucre a todos.

Hablar de religiones con ascendencia africana, hasta hace poco, era considerado un tabú por la interacción que estas han llegado a tener con ciertos estigmas alejados de la realidad. Lo cierto es que, para poder hablar sobre la cultura y la idiosincrasia que conforma al pueblo mexicano, introducir el tema de los afrodescendientes y la relación con el mundo que vivimos hoy, es algo necesario.  

Ante la diáspora afro bajo la cual nuestra cultura ha sido formada, es fundamental señalar que no solo las religiones aceptadas socialmente forman parte del espectro que nos conforma. Es pertinente mostrar la fusión de costumbres, o el sincretismo, donde las ideas traídas de otros continentes y mezcladas con tradiciones originarias, se transformaron en identidades no visibilizadas.     

Como bien se entiende, durante la colonización en América, fue a partir del comercio transatlántico de personas esclavizadas (traídas desde África Subsahariana, Senegambia, Costa de Oro, Golfo de Benín y África Central Occidental) que se impusieron ritos y prácticas religiosas católicas en el continente. Así, ante la barrera del idioma y libertad para expresar ideas ancestrales, estas personas hallaron la forma de defender sus costumbres por medio del sincretismo religioso, por ejemplo, asociar deidades y santos católicos a sus creencias. 

No fue hasta el año 2000, en la Conferencia Regional de las Américas que, en la lucha por el reconocimiento a la presencia del movimiento que identifica la diáspora africana en América Latina, se acepta el término afrodescendiente como un momento de inclusión para estas personas. Sin embargo, hasta la fecha ha habido pocos cambios en la administración institucional respecto a las formas de pensamiento con origen afrodescendiente. 

La danza, la música, la lengua, las tradiciones y los símbolos que fueron traídos a América Latina son el reflejo de un proceso histórico y una completa construcción de ideas a través del mestizaje que estrecha raíces con diversas partes del mundo. En el cual, la religión católica sirvió como plataforma para que las cosmovisiones provenientes de África (como la Yoruba y la Regla de Ifá) fueran perfeccionadas hacia una nueva forma de entender la realidad. 

En México, desde los años 70, la Santería, Palo Monte y el Candomblé son algunos ejemplos del sincretismo (o fusión de costumbres) que predomina en el país a pesar de no ser aceptados en algunas zonas. Al momento de entender que estas prácticas han sido asociadas con ritos satánicos, situaciones delictivas e incluso con el narcotráfico, la estigmatización que han sufrido estas formas de expresión ha logrado que se asocien a ciertos tabúes que desdibujan la complejidad de cultura que nos caracteriza.    

La Ciudad de México, Monterrey, Guadalajara así como los estados donde predominan las poblaciones afromexicanas (Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Veracruz), demuestran cómo estas tradiciones siguen vivas y se han extendido por todo el territorio. En la zona metropolitana basta observar el mercado de Sonora con todo el comercio de yerbas, veladoras, inciensos y utensilios para rituales específicos, para entender que la extensión de las religiones afroamericanas habita dentro de nuestra vida diaria.

Según cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) sobre el censo 2020, hay 40 mil 799 creyentes de las religiones de origen afro, 36 mil 764 de creencias espiritualistas, mientras que hay 33 mil 772 que se reconocen como adeptos a las religiones de raíces étnicas. Sin embargo, al entender que en algunas ocasiones estas personas se identifican como pertenecientes a otras religiones, debido al rezago o discriminación que pueden sufrir, el obstáculo de que las estadísticas no muestren lo que sucede en la realidad se presenta como una problemática que sigue vigente. 

Es importante aclarar que, si bien no todos los afrodescendientes tienen estas creencias y costumbres, su expansión por el país ha logrado que estas religiones sean reproducidas libremente por todas las personas que así lo quieren. Con ello, su difusión e inclusión en la cultura ha marcado la pauta para que se gesten más investigaciones. 

A pesar de su reconocimiento, hasta hoy a la lucha por la aceptación de estas costumbres todavía le falta mucho camino por recorrer. En México, es prioridad que los próximos estudios acerca de la conformación étnica y religiosa integren el reconocimiento de estas minorías, que distribuidas por todo el territorio, abarcan gran espacio de la cultura que nos identifica y muchas veces influyen de manera directa en la toma de decisiones.  

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