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A más de un mes del inicio de la invasión rusa en Ucrania vemos un mundo fracturado y con deseos de reorganizar el poder global que hoy se pinta de rojo con la sangre derramada en toda Ucrania. Vemos muros levantarse, pero no en Berlín, sino en Kiev. Los fantasmas de Grozny, Georgia, Crimea y Alepo se esparcen en ciudades como Mariupol, Irpin, Odesa y Butcha. Interdependencia y realismo al término más crudo.
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A casi dos meses de iniciada la guerra en territorio ucraniano, las fuerzas rusas han hecho muestra de sus músculos militares más letales en toda Ucrania, sin embargo, las fuerzas de Putin se encontraron con una resistencia militar que salía de los planes del Zar ruso. Las sanciones parecen mermar el brazo económico del Kremlin para financiar su guerra, no obstante, los bombardeos no han cesado desde aquel 24 de febrero que desgarró a la sociedad ucraniana. Las cifras de desplazados y refugiados ascienden a 11.4 millones de personas que temen no volver a su país u hogar en al menos unos años, puesto que temen que ya no haya ni uno ni lo otro al volver.
En este sentido, el 29 de marzo las fuerzas rusas anunciaron un repliegue estratégico y algo confuso para centrar sus ataques en la zona este del Donbáss ucraniano. Violaciones a mujeres, ejecuciones sumarias, civiles ejecutados a media calle, cadáveres vendados y fosas comunes fueron las imágenes y testimonios de la verdadera masacre que dejó el repliegue ruso. La llamada “Masacre de Butcha” dejó ver calles enteras llenas de cadáveres atados y vendados, pero también la capacidad de un Estado para cometer crímenes de guerra y violar las normas fundamentales de derecho internacional humanitario y no castigarse de ninguna forma.
La comunidad internacional ha respondido a estos crímenes de guerra de muchas formas, la más simbólica y “menos práctica” de estas fue la expulsión de la Federación Rusa del Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), cuya votación se cerró con 93 votos a favor, 24 en contra y 58 abstenciones. Con este acto, el multilateralismo cerró sus filas, y la comunidad internacional le cerraba otro cauce a la paz en tiempos donde el diálogo cena a oscuras con la diplomacia.
Rusia ha cometido crímenes de guerra que perpetúan el irrespeto unilateral a las normas fundamentales de derechos humanos por las que el mundo ha luchado en toda su historia. Sin embargo, arrojar a Rusia y cualquier país fuera de estos mecanismos de negociación es darle la espalda a los principios fundamentales por los que se creó la ONU y, sobre todo, es negarse a una solución por medio de la vía de la negociación que atiendan necesidades humanitarias. Hablamos de occidentalizar a la organización multilateral más grande del mundo y relegar al multilateralismo a narrativas de poder occidentales que condenan y cierran sus puertas a la diplomacia.
La Masacre de Butcha despertó la preocupación por la cantidad de crímenes de guerra que puedan existir en otras ciudades como Mariupol que, además de los fuertes ataques, sufren también una crisis humanitaria sin precedentes. Lo verdaderamente preocupante es que Butcha solo sea la punta del iceberg de una serie de masacres y crímenes de guerra que aún no se investigan.
Hasta hoy (11 de marzo) el reposicionamiento estratégico de las fuerzas rusas al este ha despertado el temor de un probable ataque a gran escala en la región del Donbass, donde el presidente Zelensky no descartó el posible uso de armas químicas. La ciudad portuaria de Odesa es probablemente la meta más inmediata del ejército ruso por su posición geográfica privilegiada al ser una salida directa al Mar Negro. Su conquista supondría para Rusia la creación de un corredor que recorre todo el este del país y que la conecta con la península de Crimea.
No obstante, mientras la ONU secuestra al multilateralismo condenando enérgicamente la guerra en Ucrania, el continente europeo teme por los deseos expansionistas de Rusia. Mientras tanto, observamos un hecho que probablemente se ha ignorado desde el inicio del conflicto y es que Europa se está armando y llenándose de extremas derechas.
La preocupación rusa por el acercamiento de países con tradición neutral, como Finlandia y Suecia, a la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) muestra una reconfiguración de la seguridad en Europa. Rusia ha logrado que varios países se sientan vulnerables y que estos inviertan más presupuesto a su sector militar nacional.
La crisis por el futuro de la multilateralidad se mezcla con una Europa que invierte cada día más en armamento y menos en democracias lejos del populismo de la extrema derecha. La recientes elecciones en Hungría con el triunfo de Orban, en Serbia con el triunfo de Aleksandr Vucic y el ascenso de Le Pen en Francia alejan a la gran familia europea no solo del consenso frente a la guerra en Ucrania, sino que la acercan a un discurso de una extrema derecha con voces prorrusas que entierran la posibilidad de una eventual entrada de Ucrania a la Unión Europea.
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Fuentes de consulta:
ACNUR (2022). ACNUR redobla su ayuda en Ucrania y en la región. Obtenido de: http://bitly.ws/qgNk.
DW (2022). La cuarta victoria de Orbán en Hungría: esto no puede seguir así. Obtenido de: http://bitly.ws/qgQ3.
DW (2022). Presidente Aleksander Vucic reivindica victoria en elecciones en Serbia. Obtenido de: http://bitly.ws/qgQf.
EL FINANCIERO (2022). Países europeos invierten en armamento por temor a guerra. Obtenido de: http://bitly.ws/qgPN.
EURONEWS (2022). La presión de Rusia empuja a Finlandia y Suecia a replantearse su neutralidad respecto a la OTAN. Obtenido de: http://bitly.ws/qgPr.
FRANCE 24 (2022). Ucrania denuncia una “Masacre devastadora” en Bucha. Obtenido de: http://bitly.ws/qgNG.
HRW (2022). Ucrania: aparentes crímenes de guerra en zonas controladas por Rusia. Obtenido de: http://bitly.ws/qgNw.
ONU (2022). Rusia suspendida del Consejo de Derechos Humanos. Obtenido de: http://bitly.ws/qgP3.
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