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Jennifer Bíquez Macías
Director de vinculación y alianzas

Ana Silvia Guerrero Gordillo
Colaboradora
En 1910, en la Segunda Conferencia Internacional de las Mujeres Trabajadoras, el 8 de marzo fue señalado como el Día Internacional de la Mujer (8M) por la importancia que este mes tenía para las luchas de las mujeres trabajadoras de Estados Unidos y en referencia a la marcha ocurrida en Nueva York en 1857 donde miles de mujeres trabajadoras pedían mejores condiciones de empleo (Romero, 2022). Estas fechas han sido significativas para el movimiento feminista por ya más de un siglo y es hora de que revisitemos sus orígenes, sus razones y las pautas que han marcado para el futuro del movimiento feminista.
¿Qué pensarían aquellas mujeres que salieron a marchar a las calles en marzo de 1857, 1867; aquellas que perdieron su vida en 1911 en aquella fábrica de textiles acerca de la ‘celebración’ del 8M? ¿Estarían orgullosas de aquello que hemos logrado o, como nosotras, estarían buscando un cambio?
A continuación, esperamos poder señalar algunas áreas de oportunidad del movimiento feminista al 2023, donde creemos que hay un amplio margen de acción para diversificar, contextualizar y democratizar la lucha feminista. Comprendemos que el feminismo ha sido cauteloso con las críticas que se le hacían, a quiénes se escuchaba y a quiénes no, pues, siempre fue objeto de ataques y desprestigio desde lugares de poder. No obstante, al día de hoy es uno de los movimientos sociales con mayor poder y presencia en cualquier ámbito; es por esto y muchas más razones que es importante repensar cuál es su propósito a futuro.
Con este texto no estamos intentando desprestigiar lo logrado al día de hoy; pero si deseamos señalar que el feminismo tiene una deuda histórica para con las mujeres que son parte de grupos minorizados (mujeres racializadas, mujeres de la diversidad sexo-genérica, mujeres empobrecidas y trabajadoras). Los mismos términos, el feminismo y la mujer, son seña de un proyecto que se quiere homogéneo; este feminismo (usualmente las vertientes liberal y radical) ha querido evitar las complejidades teóricas de aceptar la heterogeneidad dentro del grupo mujeres, a tal grado que se dió la tarea a eliminar las diferencias por completo, llegando a negarnos a todas en conjunto (Haraway, 2018).
El feminismo ha trabajado como uno, en singular porque se pensaba que la única manera de existir, luchar y ‘tirar’ al patriarcado era siendo una misma; quién se atreviera a no sentirse mujer o quién quisiera entrar al grupo suponiéndole una complejización al sujeto mujer era excluidx. La historia del feminismo sí se puede pensar como aquella del 8M, de huelgas, de lucha, pero es escencial que se conozca también la historia de discriminación con la que carga el feminismo.
Dentro de la teoría feminista, podemos identificar la dominanción del feminismo blanco liberal, traído desde países europeos y desarrollado en Estados Unidos (Varela, 2008). Como muchas cosas, la influencia que tuvieron las feministas liberales del siglo XIX y XX de esos países fue grande, llegando a América Latina y el Caribe y motivando los movimientos feministas en la región.
Lo que este feminismo trae a la mesa es la idea falsa de que todas las mujeres somos iguales y entonces todas las medidas adoptadas por los gobiernos y organismos internacionales nos aplican a todas por igual. La realidad es mucho más difícil y diferente. Cuando analizamos y observamos las problemáticas y demandas de las mujeres en diferentes países del mundo, nos damos cuenta de que no todas buscamos lo mismo al tiempo (por ejemplo, el derecho al voto o a la educación) y que las políticas públicas no pueden funcionar para todos los países por igual debido a sus contextos, culturas, economía e incluso geografía.
María Lugones (2008) explica cómo la homogeneización de las mujeres inmediatamente desaparece a los grupos que han sido dominados y/o victimizados por razones de género, raza, sexualidad, clase social, etc.; es decir, al nombrar en singular, se niegan las diferencias que nos componen, se niegan a las mujeres de color, a las mujeres LGBT+ (incluídas las mujeres trans), las mujeres empobrecidas y las experiencias de todas estas identidades que existen dentro del grupo ‘mujeres’ pero por siglos fueron negadas por un feminismo que solamente era para y por mujeres de clase media-alta del norte global.
Desde el feminismo decolonial y otros feminismos afines (Curiel, 2021; Espinosa, 2022; Haraway, 2018) se propone una mirada de coalición entre grupos. En otras palabras, se reitera lo que plantean las feministas de la diferencia (contextualizado desde América latina por el feminismo decolonial); debemos entender que no somos una misma y nunca lo podremos ser, cada espacio geográfico, racial, socioeconómico, etc., propone una experiencia completamente diferente para diversos grupos de mujeres y, de ser la justicia social nuestra meta, hemos de aprender, como feministas, que el feminismo no es una panacea; los problemas y situaciones específicas que atraviesan las vidas de las mujeres alrededor del mundo son infinitas. No obstante, podemos ser aliadas unas de otras. Entre grupos, entre geografías, entre situaciones socioeconómicas diferentes, debemos aprender a aliarnos y trabajar en conjunto desde la diversidad, el diálogo y la comunidad.
El movimiento feminista es diverso, es variado y es único para cada grupo, de acuerdo a sus experiencias socioculturales, educativas, políticas y económicas. No podemos decir que hay un solo feminismo, pues sería negar la variedad de corrientes de pensamiento que existen y el modo de cada una de éstas de comprender la opresión de las mujeres y lo que debe hacerse para superarla.
Como feministas, el constante cuestionamiento de lo que nos han enseñado, inculcado y lo que consumimos es una tarea primordial; no importa si viene desde dentro de círculos feministas, el pensamiento crítico es nuestro deber en todo momento. El sistema patriarcal utiliza todas las herramientas a su disposición para mantener un status quo que incluye un régimen cisgénero, heterosexual, capitalista, racista y colonial; nuestra lucha no es aislada ni es de unas cuantas que caben en el imperativo normativo de lo que ‘debe ser’ una mujer.
El trabajo y la utilidad de la teoría feminista, desde la vertiente o corriente que se desee utilizar, nos brinda las herramientas para desmantelar el patriarcado y sus derivados con el fin de transformar la realidad y comprender que somos más que la designación sexo-genérica que este sistema nos impone. Cada una de nosotras existe en el término mujer de maneras muy diferentes.
El #8M nos presenta una oportunidad para encontrarnos con más mujeres en las marchas y las diversas actividades que toman lugar cerca o en la fecha del Día Internacional de la Mujer; esto nos brinda la oportunidad única de conocer diferentes circunstancias y vivencias para poder enriquecer nuestra epistemología y nuestras prácticas personales y comunitarias. Es una fecha donde recordamos la razón de nuestra militancia y a nuestro alrededor todas nuestras hermanas nos recuerdan que tenemos su apoyo.
Durante muchos años, el patriarcado ha buscado la forma de desarticular la unión entre mujeres, ponernos unas en contra de las otras porque sabía que una vez que las mujeres nos unimos, la lucha es imparable. Las diversas colectivas, grupos feministas y redes de apoyo presentan a las mujeres la oportunidad de encontrarse en la otra, de saber que no están solas, ser escuchadas y escuchar, sabiendo que en ese espacio no serán juzgadas y recibirán ayuda o apoyo si lo llegan a necesitar.
No debemos olvidar que es un día de conmemoración, de visibilización y que promete cambios con cada año que pasa y los países se pintan de morado. Se debe seguir trabajando en la obtención de leyes, pero a su vez, en acciones reales que cambien y mejoren las vidas de las mujeres, pero de acuerdo a sus necesidades reales y escuchando sus voces, no queriendo imponer nuestros métodos o ideas sólo porque en algún lugar del mundo han funcionado.
Es de enorme importancia que, como feministas de todas y cualquier vertiente del movimiento, complejicemos nuestra teoría y praxis; que veamos el futuro como uno diverso y logremos observar con un ojo crítico la realidad y su heterogeneidad como una oportunidad de coalición más que una amenaza al feminismo. La lucha no se ha acabado y esperamos que este 8M sea uno de resistencia, comunidad, reflexión y reestructuración.
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